19 diciembre, 2008

Historias, canciones y caramelos.

“Carlitos”, a sus 8 años de edad, trabaja vendiendo caramelos en la estación de buses norte del Trolebus. Con su pequeña mochila de color azul, que de a poco se va deshilando y con el cierre roto, lleva en su interior una funda de dulces con sabor a tamarindo, la meta de cada día es venderlos todos para así poder regresar temprano a casa.

Corriendo entre decenas de personas que a paso agitado se dirigen hacia los buses, que de polo a polo cruzan la capital, “Carlitos” se escabullía entre ellos hasta ingresar por la segunda de las tres puertas que se encuentran a lo largo del bus.

El chofer cerró las puertas, dio la bienvenida a sus pasajeros y al terminar de anunciar la primera parada, una voz aguda sale en medio de los usuarios que viajan parados, “damitas y caballeros disculpen la interrupción…” de esta manera, no sólo “Carlitos” sino que la mayoría de vendedores informales en la ciudad inician su parlamento para vender sus productos o para simplemente contar sus historias y con esto obtener la colaboración de los usuarios del medio de transporte público.

Una vez que la pequeña voz que se escuchaba en medio del pasillo captó la atención de todos, empezó a interpretar una de las canciones de Delfín Quishpe, la sonrisa, al oír la letra de la canción, se plasmó en cada uno de los pasajeros que a la vez buscaban en sus bolsillos monedas para comprar el par de caramelos a 15 centavos.
Después de 30 segundos de interpretación, “Carlitos” recorrió el pasillo para disponerse a ser escuchado en la parte posterior del bus hasta llegar a la siguiente parada, al terminar, agradeció y con su mirada alborotada pidió a uno de los pasajeros que le informe si el guardia se encontraba cerca, al confirmar que podía salir, el pequeño salió y se sentó a la espera de otra unidad para trabajar.

“Yo le ayudo a mi mami porque no le dan trabajo y ella se queda en la casa con mi hermanita que es bebé”, “Carlitos” es uno de los tantos niños que trabajan todos los días vendiendo caramelos, lustrando zapatos en la ciudad, a pesar de los programas del Gobierno, Prefectura y Municipio para erradicar el trabajo infantil.