04 enero, 2009

Mi corta reflexión.

Como ya todos sabemos, el 2008 fue un año lleno de aciertos y desaciertos, fueron un sin número de sucesos que de una u otra forma cambiaron nuestra forma de ver el mundo que nos rodea.

La crisis financiera que no había ocurrido desde el lejano 1929; la elección de una nueva Constitución para los ecuatorianos; el debilitamiento de las FARC, con la muerte de sus líderes máximos junto con la liberación, de la tan querida por todos, Ingrid Betancourt; Liga Deportiva Universitaria con su triunfo en la Copa Libertadores y la medalla de plata en la Copa Mundial de Clubes; la muerte del líder político León Febres Cordero… Son pocos de los innumerables hechos que llenaron las páginas de lo diarios los noticieros de radio y televisión.

Pero de todo lo poco que les he podido enumerar, ¿cuántos de estos sucesos fueron debidamente investigados o analizados por lo diferentes medios de comunicación de nuestro país? sin tratar de ser cruel, podría decir que ninguno lo fue, simplemente fueron tratados superficialmente por la inmediatez y las ansias de ser “los primeros en información” o hasta la transmisión de esta información dependió de los intereses que pudieron haber de por medio sin importar a quien se le ponía el pie.

Por la falta de una bolita de cristal no sabremos que ocurrirá en este nuevo año, pero como periodistas tenemos la misión de informar cada hecho como si fuese el más importante porque se lo debemos a la sociedad que confía en nuestro trabajo.

La ética que debe manejar un buen periodista debe estar después de la ética que cada uno de nosotros debemos tener como seres humanos que vivimos en una sociedad heterogénea. Tenemos una nueva oportunidad en este año, no nos cuesta nada dar lo mejor que tenemos.

LA TRADICION QUE UNE

En estas fiestas, el corazón de la gente se ablanda y sin importar raza, color, ni religión; el abrazo y las bendiciones caen para todas las familias. “Y se siente el amor”, fue el comentario de la familia Rosales, mientras miraban una imagen del niño Jesús acostado en medio de una decena de trajes de colores para vestirlo, ellos acudieron al mercado navideño en el parqueadero número cuatro en el Parque La Carolina.

Lo que más deseaban era realizar su pesebre por primera vez y en el quiosco de la “seño Ana”, como todos la llamaban, esperaban encontrar todo lo que necesitaban.

El olor intenso a sahumerio y de fondo los villancicos del pibe Trujillo daban ambiente en el lugar, el sol que brasa en la ciudad de Quito al medio día fue testigo también de las ventas y de cómo poco a poco la decoración iba cambiando.

Al fondo del pequeño cuchitril como lo llama la seño Ana se encontraban un par de caretas que se venderán la próxima semana cunado se acerque el tan esperado fin de año para ella, pues es donde más hay ganancia, dice. A lado de las mismas, en medio de un par de cajas se encuentra José Antonio, de tres años de edad, es más conocido como el Pepito, es el primer hijo de la “seño” y con un tanto de seriedad y timidez observaba a Julián, hijo de la familia Rosales.

La simpatía del pequeño Julián se ganaba la mirada de algunos clientes que se encontraban en el mismo lugar, y sus ganas de jugar hicieron que se acerque a Pepito y con su mano melosa le brindo un par de caramelos.

En forma de agradecimiento Pepito le extendió la mano y llevó a jugar a su nuevo amigo en el césped cerca del quiosco de su madre.

La gente se iba acumulando en el parqueadero y personas ajenas a las dos familias con un par de comentarios hicieron sentir incómoda a la madre de Pepito.

“Hecha la importantes vienen hacer de menos a uno” dijo Ana, respondiendo al comentario de una cliente que recomendó a la familia Rosales que aleje a su hijo del otro niño porque podría contraer una infección. De inmediato Carlos Rosales respondió con una pregunta, diciendo “¿Ni por ser navidad ablanda su corazón?”, con las mejillas sonrojadas, la inesperada consejera se retiro hacia otro quiosco.

Mientras eso ocurría, sin poder entenderse, porque los dos niños aprendían a hablar, los dos niños reñían por un carrito de plástico y un grito de dolor se escuchó por todo el lugar debido a que Julián de un golpe en la mejilla tumbo a Pepito encima de un muñeco construido de aserrín con la careta de Álvaro Noboa, que se encontraba en la parte posterior del quiosco.

“No es cuestión de regalos, sino cuestión de actitud hacia la vida y las demás personas, lo que cada persona refleja es lo que lleva la gente en su interior” dijo al despedirse de Ana después de repartir bendiciones y mensajes de prosperidad.